El Oso, un atractivo drama laboral
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Imagen generada por DALL-E con instrucciones de Ulises Huete. |
Por Ulises Huete
La serie El Oso es
una inmersión en el frenético trabajo de la cocina de un restaurante en
Chicago. Pero la comida no es el tema central de esta historia. No es como los
documentales culinarios. Por ejemplo, Las crónicas del taco, que me
sentaba a ver sin hambre, para que las imágenes de los tacos no me despertaran
la lujuria gastronómica. En cambio, cuando veo la cocina de El Oso no se
me alborota el apetito. Porque lo que se presenta son los desafíos, conflictos
e imprevistos de la jornada. Sin embargo, esto es lo que me cautiva también, ya
que la serie es una puesta en escena del drama cotidiano laboral, con sus
logros y fracasos.
La actividad laboral se aborda desde diferentes ángulos a través de los personajes. Para el chef Carmy, el protagonista, cocinar es una prueba constante para alcanzar la excelencia, según los parámetros que aprendió durante sus años de formación de cocinero. La trama no se enfoca en los platillos extravagantes que prepara el protagonista, sino en presentar la actitud y filosofía del oficio que ejerce. Pero esta visión no se plantea como un discurso. Sino que se mira a través de la actividad intensa y meticulosa del joven jefe de cocina y mediante su liderazgo, que empuja a su equipo a superarse. Este esfuerzo continuo está lleno de obstáculos, fracasos, frustraciones, satisfacciones y logros. Y de eso trata esta historia, del proceso de querer hacer las cosas mejor, incluso cuando eso que pensás que es lo mejor puede ser equivocado. Por ejemplo, el joven chef no tiene equilibrio en su vida, por su obsesión por ser sobresaliente, y eso lo hace un hombre insatisfecho y angustiado.
En cambio, Tina, una cocinera de mediana edad, de origen hispano, tiene una motivación más simple: llevar comida a su casa. En una conversación que tiene con Mike, el antiguo dueño del restaurante, ella le dice: “No necesito que me inspiren. No necesito apasionarme, ni necesito hacer magia. No necesito salvar el mundo, ¿sabes?... Solo quiero alimentar a mi hijo…Solo denme una rutina. Y la tomaré.” Esto pareciera una actitud conformista. Pero ella ha buscado trabajo exhaustivamente sin poder encontrar uno, entonces se siente derrotada por las circunstancias, y expresa esa idea que parece básica pero que es una motivación poderosa: seguir adelante por el beneficio de otros. Esto no la ubica como alguien extraordinario, sino que muestra la fuerza interior que la mueve positivamente.
La actitud de Carmy también es admirable, pero no está vinculada afectivamente con nadie, y por eso él se derrumba continuamente. Solo lo saca a flote un oscuro deseo que hasta la temporada 3 para mí no es tan claro: ¿por qué quiere ser excelente? ¿por dinero, por fama? La fama ya la tiene, es uno de los chefs con más prestigio en Chicago. Y el dinero no parece importarle como fin en sí mismo, sino como un medio para lograr su propósito de tener el mejor restaurante. Pero, ¿para qué? En uno de los mejores episodios, el protagonista se distrae de sus quehaceres, se queda encerrado en el frigorífico y mientras espera que lo saquen expresa su frustración por los errores que cometió esa noche:
“No estuve aquí. ¿En qué carajos pensaba? ¿En que tenía una relación? Soy un maldito sicópata. Por eso soy bueno en lo que hago. Así es como funciono. Soy el mejor porque no tenía nada de estas ... basuras. ¿Cierto? Podía enfocarme, podía concentrarme, tenía una rutina y tenía una … señal en el teléfono. No necesito dar diversión, ni placer. No necesito recibir diversión o placer. Y estoy muy en paz con eso. Porque no importa lo bueno que sea, siempre termina mal. Es una completa pérdida de tiempo.”
Carmy, en su oculto propósito por la excelencia, me recuerda a Jhonny, el protagonista del cuento El perseguidor, de Julio Cortázar. Jhonny es un saxofonista adicto que toca en una banda de jazz. A pesar de su decadencia física y moral es el mejor músico de su grupo y de la movida jazzística. Pero la genialidad con que toca el saxofón viene de la necesidad de experimentar un éxtasis de tiempo. Solo en sus mejores interpretaciones alcanza una especie de eternidad. Esto contrasta con la vida miserable que lleva Jhonny. Carmy no tiene una existencia desgraciada, pero vive atormentado por diversos recuerdos. Entonces, entregarse desbocadamente al trabajo parece que lo alivia de sus angustias.
En la novela Ulises de James Joyce, en unas 700 páginas se narra un día irrelevante en la vida de Leopoldo Bloom, un personaje común y corriente. Sin embargo, el estilo narrativo, entre otras cosas, hace fascinante la novela. En El Oso se cuenta la intensa actividad de un restaurante. Algo que a simple vista también es irrelevante. Sin embargo, el abordaje de los personajes y la forma en que se cuenta cada capítulo la hacen muy atractiva e interesante. En ambas obras, la forma de contar es la forma de ver y esto es una manera creativa de conocer más la experiencia cotidiana.
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